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Hernán Gómez Montoya y las tertulias «Bailotecas del ayer»

febrero 19, 2010

AMIGAS  Y  AMIGOS  

Nos complace informarte que nuestras tertulias musicales, también conocidas como “Bailotecas de Ayer”, se reanudarán a partir del próximo viernes 26 de febrero de este año 2010.

Las características de esta reunión son las siguientes:

FECHA: Viernes 26 de febrero de 2010

HORA:  6:30 p.m.

LUGAR: Casa Club del Egresado de la Universidad de Medellín (Calle 29 No. 88-61), Medellín

El valor de la boleta de ingreso es de sólo $ 5.000

Se recomienda a los interesados en asistir al evento, hacerse presentes antes de la hora de inicio del mismo. 

El programa se desarrollará en la siguiente forma:

1.Bailoteca del Ayer (primera parte),

2.Tertulia central,

3.Show musical en vivo,

4.Proyección de algunos videos musicales seleccionados, y

5.Bailoteca del Ayer (segunda parte)

Cordialmente,

HERNÁN GÓMEZ MONTOYA

Ing. Civil

(320) 648-4784

NOTAS:

1.Te encarecemos la asistencia, ya que de ésta depende la                               

   continuidad de los próximos eventos.

2. El tema central de la Tertulia será una auténtica sorpresa.

3. Se contará con la presencia de un afamado grupo musical.

LA ORGANIZACIÓN DE NODOS Y REDES DE APOYO SOCIAL.

enero 30, 2008

Por: Ana Cecilia Hernández Escudero.

Octubre del 2004

La red de mi sueño – cuento –

enero 30, 2008

En una playa de pescadores vivía un fabricante de redes, que todos los días al atardecer mientras caía el sol, salía a la orilla del mar para posar su mirada en el horizonte infinito.

 

Un día mientras se encontraba divisando el mar, vio cómo los pescadores se adentraban en sus aguas, para coger de ellas la alimentación de ese día para sus familias.

 

Se quedó observándolos por largo rato mientras llegaba la noche y sus siluetas se perdían poco a poco.

 

El fabricante de redes recordó los tiempos en que era pescador; cuando se unía a sus compañeros en la playa, tomaban su barca y sus redes y se internaban en las profundas aguas en busca del pescado que alimentaría a sus familias.  Pensó:

 

Esos eran otros tiempos,  cuando la vida era más pacífica, el pescado abundaba y los manglares adornaban el lugar mientras el recorrido se hacían placentero.

 

Hoy las cosas han cambiado mucho.  El llamado progreso ha invadido este lugar, los turistas y los nuevos dueños de los territorios aledaños a las playas, llegaron a irrespetar nuestras costumbres, a prostituir a nuestras mujeres, a dejar las playas repletas de basura, a contaminar con sus industrias las azules aguas del mar, a tumbar los manglares y a imponer reglas que prohíben lo que antes era posible.

 Añoro el día en que llegue alguien a cambiar las cosas y que igual que yo con mis fibras entretejo los hilos a través de nudos para formar las redes; ese alguien entreteja los problemas, las personas, la playa, el pescado y el mar y nos muestre infinidad de rumbos para pescar el bienestar que tanto necesitamos. 

El pescador se sentó en un inmenso madero que atrajo el mar a la playa y continuó pensando en la oscuridad: 

 Así, igual que la noche veo mi comunidad; a oscuras, sumergida en el inmenso mar. ¿Será que en algún momento llegará el amanecer y la luz del día aparecerá como por arte de magia?,  llegará el sol desde algún lugar a irradiar con sus rayos el nuevo día? 

De pronto una idea cruzó veloz por la cabeza: ¿Por qué no entretejer una red tan grande y tan fuerte, que tenga el don de recoger con sus nudos y sostener con sus hilos otras clases de pescado, no necesariamente marinos?

 Habría que pensar en cómo construir esa red,  ¡yo solo no podría hacerla!, necesitaría la ayuda de tod@s en la comunidad, y ¿por qué no pensar en buscar en las comunidades de otras playas, otros fabricantes de redes que nos enseñen cómo elaborarla?  Si, eso es lo mejor. Quizá terminemos construyendo una red tan inmensa, tan inmensa, que ni el pescado más fuerte pueda destruirla.  O ¿quién sabe?, de pronto lo que consigamos es unir varias redes que sostengan el pescado, los problemas, las personas, la playa, el mar y qué se yo.   Ha, ¿será que esa red que sueño sí es posible? Y el pescador continuó mirando hacia el infinito en la oscuridad de la noche.  Las horas pasaron y el sueño lo rindió.   Caminó en dirección a su caza con la cabeza baja y las manos atrás.  Llegó a su cabaña, abrió la puerta, se dirigió a su cama, quitó sus ropas, se acostó y se durmió. La mente del pescador se sumergió en los profundos sueños, tan profundos como la noche y el mar; hasta sus sueños llegó la red, esa red que imaginó en la orilla del mar.   La red era inmensa y caía muy lentamente sobre las olas, mientras sus puntas eran sostenidas por pescadores de todas las razas y estaturas; aunque distinguió a algunos de ellos, también vio hombres que jamás había conocido.  De pronto la red se hundía en la profundidad de las aguas;  llegaba tan hondo, tan hondo que parecía que los pescadores se fueran a sumergir con ella. Pero, como desde la nada, la red volvía a salir victoriosa de las profundidades marinas, mientras los pescadores la alzaban por los aires, para luego depositarla en la barca. Al abrirla no sólo había en ella pescados de todos los tamaños.  También estaba el mar allí adentro, la playa, los ranchos de los pescadores, la basura, las industrias, los hombres, las mujeres y los niños.   Pero que extraño: allí además habían otras gentes, con otras vestimentas y con otras maneras de ser; casas que el pescador nunca había visto, basuras que ni se había imaginado que existieran, industrias y fábricas que había escuchado que existían en otros lugares; en fin, cientos y miles de cosas estaban en esa red.  

En sus sueños, el pescador veía con normalidad que la red extrajera tantas cosas del mar y no sólo pescado.  Vio cuando los pescadores tomaron rumbo a la playa y más tarde arribaron al embarcadero, en momentos en que llegada del amanecer del nuevo día.  Observó como ellos tomaban cada cosa que encontraron, la limpiaban con infinita paciencia y acumulaban las sobras a un lado del embarcadero.

 

Luego, al terminar la faena, recogieron sus redes, las sobras y los productos de la pesca y se dirigieron a sus casas. 

 

En ese momento el pescador despertó: estiró sus brazos, abrió sus ojos y se sentó.  De pronto, las imágenes del sueño empezaron a llegar poco a poco a su mente, mientras él desde su cama observaba sus utensilios para elaborar las redes, depositados en un rincón de su rancho: la aguja para cocer, el nailon para tejer, el gancho para colgar la red mientras la está cociendo.

 

Recordó cada momento del sueño y quiso encontrar una explicación.

 Primero llegaron las imágenes de la inmensa red cuando caía muy lentamente sobre las olas, e identificó este momento del sueño con el tiempo en que una red es construida por su fabricante; sí caía tan lentamente era porque debieron demorarse mucho en su elaboración.  Otro detalle se juntó al recuerdo: la inmensidad de la red.  Claro, una red tan grande no fue hecha por un solo hombre; muchas manos debieron fabricarla. Ahora, posó sus recuerdos en las puntas de la red: ellas eran sostenidas por pescadores de todas las razas y estaturas; sólo pudo distinguir a algunos de ellos, porque a los otros jamás los había conocido.  Esto seguramente significaba que la red era sostenida mientras se pescaba, por quienes la habían elaborado.  Ese era el detalle, muchos se habían juntado para construir la red y jamás se habían visto antes. Otro episodio del sueño mostraba como la red se hundía en la profundidad de las aguas, de una manera tan profunda,  que parecía que los pescadores se fueran a sumergir con ella.  Probablemente acá abría una relación entre los problemas y las soluciones.   El pescador se acordó que en ocasiones nos dejamos llevar por las dificultades y les damos vueltas y vueltas, sin dejar entrever el mundo de oportunidades que nos brindan ellas.  La idea sería que ante la dificultad, planteáramos la solución.  Ese debía ser también el mensaje de la parte del sueño en que como desde la nada, la red volvía a salir victoriosa de las profundidades marinas, mientras los pescadores la alzaban por los aires, para luego depositarla en la barca.  Analizando bien ahora esa parte, daba la sensación de un mensaje de triunfo. Por eso también, al abrir la red no sólo había toda clase de pescado, sino la comunidad entera desde su ecología, su gente, su economía, lo feo y lo bello.  Otro recuerdo interesante era la gente que no conocía, sus formas de ser y de vestir, las fábricas e industrias que sólo había escuchado que existían en otros lugares.  El mensaje de esa parte del sueño, debía tener alguna conexión con la unión.  Claro, dice el refrán que la unión hace la fuerza, o entonces ¿por qué lograron extraer tantas cosas del mar?  Unos pocos hombres nunca habrían podido con todo lo que habían extraído allí en esa red. Ahora su recuerdo voló al momento en que los pescadores tomaron rumbo a la playa y arribaban luego al embarcadero, en el instante en que llegaba un nuevo amanecer. ¿Qué podría significar esto más que esa unión se había consolidado de una manera tal, que cada uno decidía no continuar por su propio camino individual sino abrir caminos, puertas y ventanas de una manera conjunta, aún manteniendo sus diferencias?  

La última parte del sueño detallaba con perfecta claridad, como entre ellos tomaban cada cosa que encontraron, la limpiaban pacientemente acumulaban las sobras a un lado del embarcadero y luego terminaban la faena, recogiendo sus redes, las sobras que quedaron de la limpieza y los productos de la pesca, para luego dirigirse en dirección a sus casas.

 

Esta parte del sueño indicaba que la unión se convertía en algo más sólido: todos los que habían participado de la pesca en el mar, continuaban unidos en el momento de repartir las ganancias obtenidas, de desechar lo que no servía y de apropiarse nuevamente de las redes, para nuevamente emprender hacia sus diversos caminos.

 

Definitivamente este era el mensaje del sueño; el pescador sintió que ya no tendría que   añorar la llegada de alguien para cambiar las cosas.  Se dijo así mismo:

 

Yo, al lado de mi comunidad y con nuestras propias fibras, entretejeremos los hilos a través de nudos para formar las redes de nuestra organización; seremos los que entretejeremos los problemas, las personas, la playa, el pescado y el mar; los que veremos infinidad de rumbos para pescar el bienestar que tanto necesitamos.

 

El pescador se levantó de su cama, cogió sus utensilios de limpieza, se bañó, se vistió y salió en dirección al pueblo en busca de su gente.

Cuento elaborado por: Ana Cecilia Hernández Escudero.

Noviembre del 2004. Fin.